Sin diccionarios

El Madridismo no aparece en diccionarios, como no podría aparecer la palabra Dios, ni la palabra Mundo o la palabra Amor. Porque el madridismo somos todos, ya que es tan grande su dimensión, que hay madridistas de aquí a China, incluso en Estados Unidos, ese país, donde prefieren jugar al fútbol con las manos y correr hasta la línea de fondo.

El madridismo no aparece en el diccionario, porque hay tantos madridistas como opiniones, y porque si no fuéramos tantos y tan diferentes, les costaría más odiarnos, y seríamos invencibles.

lunes, 3 de marzo de 2014

Como las mujeres que pasean con el brasero...


El Madrid sigue a su ritmo, a golpe de balón, pese a las críticas,
el supuesto malogrado Bale o el dilema de la portería, porque Ancelotti llegó sin grandes presentaciones, lejos de los focos de otro gran proyecto que parecía hundirse,
pero este Madrid no es el Titanic, al menos no de momento,
sino que empieza a ser algo más parecido al árbol de Carlo,
ese que aquí no cuajaba,
pero que parece empezar a dar unas manzanas tan relucientes, como la que Eva mordió,
esperemos que esta vez no nos echen de nuestro sitio,
del paraíso,
de los primeros puestos.

El Madrid siempre ha sido algo así,
algo como Di Caprio, el que hoy precisamente, no salió laureado,
como nosotros del Calderón,
pero si con un buen sabor de boca,
un aplauso de toda la sala,
que a veces vale más que nada.
Y al Madrid le seguimos queriendo los de siempre,
igual o más,
como a Di Caprio,
aunque su película no enseñe nada,
aunque sea el millonario menos querido entre los otros corredores,
aunque sus temporadas sean un constante ir y venir de personal,
porque hoy somos como Di Caprio,
ricos y pobres,
y siempre lo seremos,
porque no todos pueden quererte.

Algo así vi yo ayer en el Calderón,
no se salió goleando, como quizás se esperaba,
pero si manteniendo las cosas en su sitio,
y si, Di Caprio sigue siendo genial,
el Madrid sigue siendo líder,
y todo está en su sitio.

Porque hay cosas que no cambian,
como las mujeres que pasean con el brasero,
y día tras días visitan la fuego de la vecina,
para que todo siga a su ritmo,
a golpe de balón,
porque donde hubo fuego...
¡Quedan más que brasas!


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